domingo, 24 de diciembre de 2023

Nueva directora de la Biblioteca Nacional

        Tras la apurada renuncia de Juan Sasturain al frente de la Biblioteca Nacional “Mariano Moreno”, asumió, sin pasar por la tradicional ceremonia de traspaso (tan exasperante para algunos) y sin la posibilidad de acordar una transición más o menos ordenada, la biliotecóloga Susana Soto Pérez, la que, por el momento, no da entrevistas a los medios.

        Formada en la Universidad de Buenos Aires (el lugar donde se nutren muchos de los que más tarde reniegan de la educación pública) continuó su formación en el Colegio Universitario de Londres donde hizo una maestría en Artes, Bibliotecología y Ciencias de la Información y en la Universidad de Sheffield, donde obtuvo un doctorado en Filosofía.

        Con una larga experiencia en la gestión, desde hace más de veinte años se desempeña como secretaria de Bibliotecas y Banco de Datos dependiente de la vicerrectoría de Gestión y Evaluación de la Universidad Abierta Interamericana (UAI), lugar al que llegó después de siete años como coordinadora del sistema de bibliotecas de la Universidad de Buenos Aires. 

        Hoy llega a la dirección de la Biblioteca Nacional, en nuestro país, el escalón más alto dentro de esta profesión, por ser la institución que creó Mariano Moreno en plena Revolución de Mayo y por la que pasaron, nada menos que Paul Groussac y Jorge Luis Borges, con el desafío de ser la segunda mujer en dirigirla después de Elsa Barber, quien reemplazó a Alberto Manguel luego de una complicada gestión. 

        Con el emblemático edificio brutalista de hormigón armado diseñado por Clorindo Testa, Francisco Bullrich y Alicia Cazzaniga que es objeto de visita de estudiantes de diseño y arquitectura de todo el mundo, fue muy fustigado por haber tenido la poca suerte de haber sido inaugurado en plena dictadura militar y hoy se encuentra revalorizado.

        Sus colecciones de libros, revistas, periódicos, fotografías, mapas, manuscritos, partituras, incunables, audios y videos, que en los últimos años han sido digitalizadas, junto con los talleres, las muestras y la Escuela Nacional de Bibliotecarios creada en 1956 durante la gestión de Jorge Luis Borges, resulta el lugar de trabajo ideal para los investigadores.

        En cuanto a la política patrimonial, es de esperar que esta nueva gestión tenga entre sus objetivos incorporar material proveniente de los archivos personales de los escritores. Si bien es cierto que se necesitan muchos recursos para alojar, clasificar, ordenar y catalogar las bibliotecas, papeles y libretas que muchos escritores legan a estas instituciones, lo cierto es que el desmanejo de muchos años hizo que este riquísimo material fuera a nutrir las bibliotecas de universidades extranjeras como ocurrió, entre otros, con los principales manuscritos de Borges, que terminaron dispersos en diferentes universidades norteamericanas o en manos de coleccionistas particulares. Entonces, cuando sus manuscritos pueden venderse por cientos de miles de dólares, hacer una recolección de estos materiales termina siendo imposible.

        Pero el cuidado del patrimonio cultural no pareciera estar entre las prioridades del gobierno que recién asume, sobre todo si queda a cargo del Estado, el cual acaba de sufrir un brutal ajuste. Está por verse cuáles serán sus planes para la Biblioteca Nacional y el Museo de la Lengua. Por el momento, a su nueva directora, formación y experiencia, por lo que se puede ver, no le faltan. El tiempo dirá si es capaz de sortear los innumerables inconvenientes con los que batallaron sus antecesores.

Publicado en diario Perfil, 23/12/23

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