miércoles, 28 de septiembre de 2016

El apagón cultural

La noches de los alfileres

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Crecer en una ciudad asediada por las bombas, los apagones y las redadas en un espacio fraccionado por las diferencias de clase y reducido a los límites del colegio parroquial no puede prometer nada bueno. En ese contexto desalentador transita su adolescencia un grupo de perdedores y si las peripecias de su iniciación sexual tienen el anacronismo de los relatos del cine europeo de posguerra, rápidamente y al ritmo de un thriller, cualquier atisbo de ingenuidad queda sepultado en una trama que es la confesión, muchos años después y frente a la cámara de un aprendiz de pornógrafo, de los hechos que protagonizaron en los comienzos de los años 90, cuando el Perú estallaba bajo las bombas senderistas y la represión estatal.
Son las reglas del policial negro: después del Holocausto, en un mundo demencial con sus instituciones degradadas, ningún valor queda en pie. En el caso de los protagonistas, el cóctel incluye un sistema educativo perimido, una sociedad atrasada y una familia despedazada y huérfana de padre. Y lo que empieza como picardía se convierte en una venganza, que como los buenos guisos, se cocina a fuego lento hasta tomar la forma de la furia destada. Pero otra de las reglas del policial es no dejar ningún cabo suelto que exija una solución descabellada y esta novela, que dosifica el suspenso dando a cada paso un giro más en la espiral de violencia, quizás no resulta tan rigurosa a la hora de cumplirla.


 Y esa voz plural que relata los hechos es la que desgrana las coordenadas familiares de cada uno, en las que el tembladeral emocional producido por padres abandonados a su propia miseria se suple con las enseñanzas que la cultura de masas, a través de su nave insignia, el cine de Hollywood, la pornografía y los videojuegos, les aportan para enfrentar a su archienemiga, la señorita Pringlin, verdadera dama de hierro. Una anécdota, finalmente, frente al verdadero protagonista de esta historia: las consecuencias de lo que por esos años se llamaba subdesarrollo.

Publicado en diario Perfil, 25/9/2016

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