Entrevista a Catarina
Sobral
En nuestro país, la editorial Limonero (un sello independiente dedicado a publicar bellísimos libros ilustrados), editó dos de sus libros más conocidos: achimpa y Mi abuelo, que hoy viene a presentar.
Te formaste en
diseño e ilustración. ¿La llegada a la literatura infantil fue
algo natural o algo elegido entre otras opciones? “Fue
una elección, porque cuando estaba estudiando ya tenía la idea de
hacer una maestría en ilustración. Y cuando trabajaba en diseño
gráfico lo que más me interesaba era el diseño editorial. Tal vez
fue por eso, porque lo que más me gustaba era trabajar con libros y
hay muchos más libros ilustrados para niños que para adultos.”
Y achimpa es la historia de una
palabra en desuso encontrada en un diccionario apolillado en los
estantes de una biblioteca, por dos investigadores que discuten qué
clase de palabra es. Rápidamente la palabra sale de su encierro y
comienza a circular “de boca en boca” por las casas, los barrios,
hasta llegar al discurso del presidente en el Parlamento. Lo cómico
es que nadie se pregunta qué significa sino qué función tiene. “Es
el non sense de la historia” aclara su autora. Mientras
tanto, los hablantes la usan, transformándola a su antojo.
¿Cómo surgió la idea de componer
un relato infantil sobre la formación de las palabras y su función
gramatical? “Bueno, yo estaba haciendo la maestría con el
proyecto de un libro que después salió y se llamó Huelga, y
entonces como era un trabajo académico, pensé en explorar algo que
está tan relacionado con el texto, como las clases de palabras, pero
que no tiene que ver con la semántica, sino con las formas, y ver
cómo se puede jugar con eso a través de la ilustración y con ese
objetivo escribí achimpa.”
Pero además de la imagen y el texto
está la cuestión del sonido. “Achimpa” es una palabra que es
puro sonido onomatopéyico, suena como un estornudo. “Sí. Es muy
importante jugar con el sonido también cuando se está escribiendo
el texto, porque son frases muy cortas y muchas veces son leídas por
los mediadores de lectura, así que es importante trabajar el texto
desde el punto de vista del sonido.”
Hay algo snob en las personas que
cuando escuchan a un especialista que dice: esto es un sustantivo…
“Todos lo siguen acríticamente”, agrega y cuenta que cuando
estaba escribiendo este libro, en Portugal, había una discusión muy
grande entre los políticos sobre lo que llamaban “nova lingua”.
Palabras como “inverdad” para no decir “mentira”, por
ejemplo, eran palabras que se buscaban para que no fueran ofensivas.
Y las personas adoptaban esos términos. Fue entonces que buscó
darle a la historia un cariz irónico, hacer una crítica al consumo
acrítico.
En cuanto a la ilustración, retoma el
dibujo infantil: dibujos planos, sin perspectiva, pintados a lápiz y
crayón y con una estética que podría ubicársela en los años 30,
40. ¿El porqué de esa elección? “Porque por un lado, eran mis
referencias en ese momento, las técnicas con las que quería
experimentar y por otro lado como una adecuación al texto, que
siendo tan irónico requería construir los personajes en forma
humorística. Ellos son un poco anacrónicos y entonces lo que
acentuaba ese tipo de figuración era una estética más infantil.”
En Mi abuelo, el tema es el
tiempo visto desde el punto de vista de un niño. El espacio en el
libro está dividido en dos: de un lado, un médico siempre apurado,
al que el tiempo nunca le alcanza y del otro, el abuelo, al que le
sobra y lo disfruta. El tiempo como cronos y como kairós. Además
está plagado de referencias literarias, pictóricas y lingüísticas.
Es un texto poco usual dentro de la literatura infantil donde el
final cierra el sentido de la historia y acá el final queda como en
suspenso. No es lo que mayoritariamente las editoriales aconsejan.
“Es que a mí me gustan los libros que dan más libertad
interpretativa al lector. Tampoco me gustan las historias que son muy
estereotipadas, entonces siempre es una opción que tengo cuando armo
un libro: puedo indicar un camino de interpretación pero el final
suele correrse unos milímetros de la expectativa del lector, trato
que no defraude sus expectativas pero tampoco que sea igual a lo que
la historia viene proponiendo. Y para mí es importante que los
lectores se vuelvan participativos desde niños y que consigan hacer
suya la historia.”
Nos cuenta que vino al Filbita a dar un
taller de narrativa visual para adultos y dos talleres para niños
sobre Mi abuelo, donde van a dibujar a su abuelo o alguien de
su familia con quien les guste pasar el tiempo, utilizando técnicas
parecidas a las del libro.
¿Cuál creés que es el mejor modo
de estimular la lectura?
“Yo pienso que es mostrar los libros
a los niños y leérselos y dejarlos escoger sus libros, pero es
importante que haya mediación y Filbita es importante también en
eso, en hacer del libro un elemento más familiar.”
¡Y conocer a los autores!
“Sí, yo no lo sabía pero a ellos
les gusta muchísimo conocer a la persona que está detrás del
libro. Yo no sabía que había ese entusiasmo, pero es así.”
Publicado en diario Perfil, 13/11/2016
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