lunes, 14 de noviembre de 2016

Calidad para grandes y chicos

Entrevista a Catarina Sobral

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Nació en Coimbra, Portugal y es una de las invitadas internacionales del Filbita. Es autora de libros infantiles que ella misma ilustra explorando diferentes técnicas y utilizando una paleta limitada de colores e imágenes bidimensionales muy bien integradas al texto. Publicó diez libros traducidos a once lenguas. Su trabajo fue premiado por la Feria del Libro Infantil de Boloña y recibió varios premios y distinciones en publicaciones como el catálogo White Ravens.
En nuestro país, la editorial Limonero (un sello independiente dedicado a publicar bellísimos libros ilustrados), editó dos de sus libros más conocidos: achimpa y Mi abuelo, que hoy viene a presentar.

Te formaste en diseño e ilustración. ¿La llegada a la literatura infantil fue algo natural o algo elegido entre otras opciones? “Fue una elección, porque cuando estaba estudiando ya tenía la idea de hacer una maestría en ilustración. Y cuando trabajaba en diseño gráfico lo que más me interesaba era el diseño editorial. Tal vez fue por eso, porque lo que más me gustaba era trabajar con libros y hay muchos más libros ilustrados para niños que para adultos.”
Y achimpa es la historia de una palabra en desuso encontrada en un diccionario apolillado en los estantes de una biblioteca, por dos investigadores que discuten qué clase de palabra es. Rápidamente la palabra sale de su encierro y comienza a circular “de boca en boca” por las casas, los barrios, hasta llegar al discurso del presidente en el Parlamento. Lo cómico es que nadie se pregunta qué significa sino qué función tiene. “Es el non sense de la historia” aclara su autora. Mientras tanto, los hablantes la usan, transformándola a su antojo.   
¿Cómo surgió la idea de componer un relato infantil sobre la formación de las palabras y su función gramatical? “Bueno, yo estaba haciendo la maestría con el proyecto de un libro que después salió y se llamó Huelga, y entonces como era un trabajo académico, pensé en explorar algo que está tan relacionado con el texto, como las clases de palabras, pero que no tiene que ver con la semántica, sino con las formas, y ver cómo se puede jugar con eso a través de la ilustración y con ese objetivo escribí achimpa.”
Pero además de la imagen y el texto está la cuestión del sonido. “Achimpa” es una palabra que es puro sonido onomatopéyico, suena como un estornudo. “Sí. Es muy importante jugar con el sonido también cuando se está escribiendo el texto, porque son frases muy cortas y muchas veces son leídas por los mediadores de lectura, así que es importante trabajar el texto desde el punto de vista del sonido.”
Hay algo snob en las personas que cuando escuchan a un especialista que dice: esto es un sustantivo… “Todos lo siguen acríticamente”, agrega y cuenta que cuando estaba escribiendo este libro, en Portugal, había una discusión muy grande entre los políticos sobre lo que llamaban “nova lingua”. Palabras como “inverdad” para no decir “mentira”, por ejemplo, eran palabras que se buscaban para que no fueran ofensivas. Y las personas adoptaban esos términos. Fue entonces que buscó darle a la historia un cariz irónico, hacer una crítica al consumo acrítico.
En cuanto a la ilustración, retoma el dibujo infantil: dibujos planos, sin perspectiva, pintados a lápiz y crayón y con una estética que podría ubicársela en los años 30, 40. ¿El porqué de esa elección? “Porque por un lado, eran mis referencias en ese momento, las técnicas con las que quería experimentar y por otro lado como una adecuación al texto, que siendo tan irónico requería construir los personajes en forma humorística. Ellos son un poco anacrónicos y entonces lo que acentuaba ese tipo de figuración era una estética más infantil.”
En Mi abuelo, el tema es el tiempo visto desde el punto de vista de un niño. El espacio en el libro está dividido en dos: de un lado, un médico siempre apurado, al que el tiempo nunca le alcanza y del otro, el abuelo, al que le sobra y lo disfruta. El tiempo como cronos y como kairós. Además está plagado de referencias literarias, pictóricas y lingüísticas. Es un texto poco usual dentro de la literatura infantil donde el final cierra el sentido de la historia y acá el final queda como en suspenso. No es lo que mayoritariamente las editoriales aconsejan. “Es que a mí me gustan los libros que dan más libertad interpretativa al lector. Tampoco me gustan las historias que son muy estereotipadas, entonces siempre es una opción que tengo cuando armo un libro: puedo indicar un camino de interpretación pero el final suele correrse unos milímetros de la expectativa del lector, trato que no defraude sus expectativas pero tampoco que sea igual a lo que la historia viene proponiendo. Y para mí es importante que los lectores se vuelvan participativos desde niños y que consigan hacer suya la historia.”
Nos cuenta que vino al Filbita a dar un taller de narrativa visual para adultos y dos talleres para niños sobre Mi abuelo, donde van a dibujar a su abuelo o alguien de su familia con quien les guste pasar el tiempo, utilizando técnicas parecidas a las del libro.
¿Cuál creés que es el mejor modo de estimular la lectura?
“Yo pienso que es mostrar los libros a los niños y leérselos y dejarlos escoger sus libros, pero es importante que haya mediación y Filbita es importante también en eso, en hacer del libro un elemento más familiar.”
¡Y conocer a los autores!

“Sí, yo no lo sabía pero a ellos les gusta muchísimo conocer a la persona que está detrás del libro. Yo no sabía que había ese entusiasmo, pero es así.”

Publicado en diario Perfil, 13/11/2016

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