lunes, 8 de septiembre de 2014

Universos a punto de estallar

Entrevista a Giovanna Rivero


María Eugenia Villalonga(desde Buenos Aires)vie sep 5 2014
AUTORA DE una obra que crece en extensión y profundidad con la que ganó el Premio Nacional de Literatura de Santa Cruz en 1996 y el Premio Nacional de Cuento Franz Tamayo en 2005, la boliviana Giovanna Rivero ha sido incluida entre "los 25 secretos mejor guardados de Latinoamérica" por la Feria del Libro de Guadalajara de 2011. Hace ocho años que vive en Gainesville, Florida (USA) pero viaja con frecuencia a Bolivia.
-¿Cuándo empezaste a escribir?
-La escritura literaria comenzó a los veinte años, pero el deseo de narrar comenzó mucho antes, en la infancia, mientras escuchaba los relatos vanguardistas de mi abuela paterna, que mezclaban leyendas populares con ovnis y un futurismo evangelista estremecedor. Ya de entrada el relato oral de esta madre literaria que fue mi abuela me mostró un territorio donde era posible cruzarlo todo.
-Tus historias parecen universos a punto de estallar: está lo ancestral, los saberes campesinos, lo pop y ultramoderno en diálogo con la literatura universal.
-Yo crecí en Montero, un pueblo del oriente boliviano que hasta mediados de los años noventa era muy pueblo. Sin embargo, la modernidad siempre se las arregló para filtrarse a través de fisuras en el provincianismo original, y en ese sentido creo que mi madre fue una ventana interesante. Ella llegó al pueblo cuando se casó con mi padre y, aunque no había podido continuar la carrera de Filosofía y Letras, traía la cabeza llena de ideas y nombres franceses que la hacían ver diferente. Eso, claro, no era del todo placentero y yo podía percibirlo. Lo que quiero decir es que todos esos universos a punto de estallar, que vos mencionás tan acertadamente, en realidad no los he inventado; los tomé de estas contradicciones que me rodearon. Una anécdota: hace poco mis hermanos y yo nos dimos cuenta de que los únicos que en la escuela usábamos la palabra chemis éramos nosotros. Todavía no sabemos cómo se escribe y qué exactamente significa, si mi madre se la inventó o es una mala copia de alguna palabra francesa, pero la bebimos de su lenguaje, un lenguaje que resistía la vida de provincia, que como toda aldea también podía ser un pequeño infierno.

LOS PERSONAJES COMO VIAJES.

-David Viñas definió hace mucho tiempo a la literatura latinoamericana como "literatura de frontera", comenzando por las crónicas de los conquistadores. ¿Cuál pensás que podría ser ese espacio en tu escritura?
-Creo que un elemento de la crónica es esa naturalidad, ese hilo discreto pero sincerísimo que vincula la vida con la sorpresa. Además de que como género mismo cultivo la crónica, sobre todo la que ofrece un umbral mestizo con la ficción o la memoria. Quiero decir que ese ejercicio de trenzar lo ordinario con lo extraordinario no queda excluido a la hora de sentarme a escribir narrativa.
En mi escritura ese espacio fronterizo reside, creo, en el ethos vital de los personajes. Veo a los personajes como viajes de sí mismos, y en ese recorrido están expuestos a transformaciones, a veces dolorosas, que tienen que ver con la orilla opuesta: si no eran religiosos, son amenazados por el fanatismo; si eran apolíticos, se convierten en líderes; si odiaban, conocen el lado más revolucionario del amor. Me interesa mucho esa confrontación con un otro que respira adentro esperando la mínima oportunidad para revelarse y rebelarse.
-Hablando de fronteras, parece ser una constante en nuestros escritores, desde el siglo XIX hasta hoy, escribir desde las grandes metrópolis con la mirada puesta en el terruño.
-Con la era de Internet esa migración que antes se hacía necesaria debería ser menos imperiosa. Los escritores del boom latinoamericano que se desplazaron hasta París necesitaban que el gran diálogo latinoamericano que se había instaurado con la Revolución cubana conquistara otros interlocutores. Hoy no existe esa premisa, hay mucha heterogeneidad y confusión política, de tal modo que se emigra con otra mochila. El éxodo literario actual tiene más que ver con razones académicas, laborales, amorosas, qué se yo. De todos modos la distancia permite una perspectiva distinta sobre el propio país, pero también implica el riesgo de no respirar la vitalidad cotidiana.

SIGNIFICANTE: SER MUJERES.

-En tus libros el universo femenino está explorado en todos sus detalles con perspectiva de género, pero sin conmiseración. ¿Qué ves en las mujeres que después trabajás en tus personajes?
-Mucho de lo que veo en mí misma. Claro que mi última narrativa se aleja del solipsismo. Lo que pasa es que las mujeres pasamos por trayectos culturales, políticos y sociales igual de jodidos que los varones cuando vamos construyendo ese significante, el de ser mujeres. Cuando vas creciendo y las voces legitimadas por lo institucional te dicen qué es ser mujer y qué definitivamente no lo es, y cuando no cabés en esos moldes, claro que sufrís, algo se escinde. Un aspecto que me interesa mucho narrar de mis personajes mujeres es justamente esa escisión, porque ahí, en ese corte, tiene que anidar otra cosa.
-Otro campo de batalla en tus textos es la familia. En tu última novela,98 segundos sin sombra, el odiado padre de la protagonista es un ex guerrillero. ¿Qué permitiría explorar este conflicto?
-La familia... ese sí es un nido de conflictos, para decirlo en onda melodrama televisivo. Cuando yo era niña siempre me preguntaba cómo es que mi padre y mi madre, que parecían de tan distintos planetas, decidieron vivir juntos por el resto de la vida. Ahora creo que, en efecto, la familia es un laboratorio de subjetividades justamente por ese encuentro de dos historias que remiten a otras tantas. Esta genealogía cuántica -dejame que lo diga así- a veces hace crisis en un hijo o en una hija, como si el flujo de vidas ya no pudiera seguir circulando sin confrontar algunas viejas cuentas históricas. En 98 segundos sin sombra el papá es un ex guerrillero, pero además es un ex en todo aspecto, un ex soñador, un ex joven, un ex patriota, y ahí, en esa claudicación se gesta la rabia de la hija, porque a ella se le reclaman victorias que no sabe cómo va alcanzar. Yo no diría que la chica odia al padre. Los adolescentes suelen odiar porque les duele el amor incondicional, que es lo que está de fondo.
-La política nacional tiene un lugar destacado en tus textos. ¿La distancia geográfica mejora la mirada?
-La política, como la religión, es una fuerza que atraviesa a mis personajes, porque es parte de la vida real. Como sucede en muchos países latinoamericanos, Bolivia es muchas Bolivias, y los personajes, aunque pueden ser contemporáneos del mismo conflicto, experimentan una demanda política diferente. Creo que en gran medida esta novela recupera emociones de los años ochenta, cuando entró brutalmente el neoliberalismo a Bolivia. Yo no entendía nada, claro, pero la impronta de cosas contradictorias, de ver gente eufórica y a la vez gente que exudaba derrota, se me quedó para siempre. Quise conectarme con eso en la escritura de este libro.
-¿Estás en algún proyecto nuevo?
-Estoy con una novela en la fase de la escritura inconsciente o del corazón, pero mientras ese story line esté todavía en estado precámbrico prefiero no adelantar nada. Luego ya viene la fase en que la cuento oralmente hasta llenarla de vida; entonces comienza el tecleo. 
Publicada en El País de Montevideo, 5/9/2014

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