Historiar una
biografía lectora no sólo es el objetivo de esta colección de la exquisita
editorial Ampersand, sino también, el de este intelectual -aquel que tiene una
relación vital con el pensamiento y una posición respecto de su tiempo expuesta
en cada una de sus intervenciones-, un defensor a ultranza de las Humanidades como
las únicas capaces de formar ciudadanos con autonomía crítica, es decir, un
público, sin el cual no habría libros ni literatura.
Y en esta segunda edición, corregida
y aumentada, asistimos al recuerdo amoroso de los grandes maestros que lo
formaron -Pezzoni, Sarlo, Barrenechea, Arnoux- y de los compañeros de ruta,
gracias a los cuales llegó a ser lo que hoy es: uno de los intelectuales y
pedagogos más sólidos de nuestro país.
Pero no sólo de los nombres que lo marcaron, sino de los libros que lo
llevaron a formular teorías de la lectura, proyectos de alfabetización y de
formación superior. Como los que heredó de la biblioteca de un “primo
tarambana” que sería secuestrado y desaparecido unos años más tarde. O de los
poetas que descubrió en su trabajo editorial, de los nombres que pasaron a
formar parte de su “caja de herramientas” como Barthes, Borges o Deleuze o el
de Walsh, de quien, gracias a su formación filológica, pudo restaurar sus
archivos dispersos e incompletos, con la convicción de la necesidad de
recuperar nuestra tradición cultural que la dictadura había desmantelado.
Describe, en cada capítulo, los fundamentos de
cada uno de los oficios que ejerció: la docencia, la crítica literaria, el
periodismo cultural, el trabajo editorial, la elaboración de manuales, en fin,
de la política cultural, a la vez que desarrolla los temas teóricos que lo han
acompañado en su trabajo con la profundidad de un Manual de Teoría Literaria.
Porque es en la bibliofilia, el amor por los libros en su capacidad de
convertir a “un niño pobre y enfermizo” en feliz poseedor de un vasto capital
simbólico, el lugar de Link en nuestra tradición cultural.
Publicado en La gaceta literaria, 16/11/25