domingo, 21 de mayo de 2023

Entrevista a Fernando Martín Peña

Subida en curso: 9087 de 9087 bytes subidos.

 

           Fernando Martín Peña pertenece a una rara especie que afortunadamente no está en extinción: la de los coleccionistas de películas en fílmico. Pero su pasión no se agota ahí. Con Octavio Fabiano, Fabio Manes y Christian Aguirre, un día decidieron unir sus colecciones particulares -nutridas en compras, donaciones y encuentros de material abandonado en contenedores cuando el soporte digital se impuso- para fundar la Filmoteca Buenos Aires, el lugar donde se dedica amorosamente a restaurar películas para después divulgarlas en todos los ciclos que programa.

            Gracias a una audaz iniciativa comercial de la editorial Blatt&Ríos, acaba de publicar Diario de la Filmoteca, un trabajo en el que detalla un año en la vida de esta institución, dedicándole cada día a una película, ilustrada con un fotograma y un texto donde sintetiza abundante información sobre el contexto de cada película y las condiciones de su producción, con esa mezcla de erudición, saber popular y comentarios irónicos (como la fórmula para determinar el “índice de fascismo” de una película norteamericana) pero sobre todo, mucha pasión.

            Consciente de que la calidad artística es una categoría entre otras, tanto como la de “cine de autor”, todo material fílmico (desde películas caseras hasta animaciones eróticas anónimas, documentales de propaganda durante la Guerra Fría hasta joyas inhallables) entra en su colección, en el que el cine argentino, ese género en sí mismo que años de colonización ideológica han descalificado, tiene un lugar preferencial.

            A propósito de la aparición de este verdadero acontecimiento editorial, La gaceta literaria conversó con él sobre esa “alegría sin fin” -el lema que lo acompaña desde siempre- que le provoca el cine desde que recibió de regalo, siendo muy chico, un proyector. 

 

- Me gustaría empezar por la foto de la contratapa, donde estás vos, trabajando concentrado, de cara a un hermoso vitral y rodeado de una cantidad enorme de rollos de películas como en una especie de templo pagano ¿El coleccionismo es un tipo de religión donde se puede encontrar, por ejemplo, a un comisario, a un solitario rodeado de gatos o a uno de los mayores coleccionistas de películas rusas del mundo?

Me he encontrado con toda clase de personas que juntan películas, a muchos no les encuentro explicación, pero recuerdo a un fanático de los westerns de clase B, su coleccionismo era un modo de replicar lo que lo había hecho feliz en su infancia, entonces, en un altillo de su casa reconstruyó un cine que había existido en Villa Urquiza que se llamaba “el tachito”, e invitaba a los vecinos y les pasaba las películas que él había visto de chico, en los años 20. Era gente que tenía una relación indirecta con el cine porque lo que los movilizaba a ellos era una necesidad personal, no todos compartían lo que tenían. Pero el coleccionismo no es un oficio. Nos transformamos accidentalmente en coleccionistas los que, como yo, queríamos ver películas que estudiábamos en los libros de historia del cine, pero a las que jamás accedíamos porque ni en VHS existían. Después se difundió este formato, pero la calidad no nos gustaba, eran películas que no se podían proyectar, las veías en el televisor. A nosotros nos gustaba la pantalla grande y sobre todo nos gustaba pasar las películas con gente, la cosa cinecluística. Yo me formé con Salvador Sammaritano en el Cineclub Núcleo, con Octavio Fabiano con el Club del Cine, lugares que le daban un sentido a juntar películas y el sentido era compartirlas con los demás. Entonces, yo no me defino como coleccionista, soy coleccionista por necesidad, pero sí me defino como archivista, eso sí es un oficio. El coleccionismo es más amateur y está ligado a una forma de la pasión, no sé si muy sana, incluso.

- El trabajo diario de la Filmoteca parece no terminar nunca: además de clasificar los rollos, ordenarlos, restaurarlos, airearlos, poner en cuarentena los que están enfermos, una vez que se termina se vuelve a empezar y así, hasta la eternidad. ¿Vos vendrías a ser una especie de Sísifo pero feliz?

Es un loop sí, que me convierte en un Sísifo, pero muy feliz.

- Una forma de leer este libro es abrirlo en cualquier parte porque no sigue un recorrido cronológico y consultarlo como el I Ching, por ejemplo. Además de ser más grande que la vida ¿el cine es nuestro manual de comportamiento, nuestro espejo deformado, para vos qué es el cine?

Me parece que es más un espejo deformante, porque si lo vas a ver como un manual de comportamiento para tu vida, lo más seguro es que hagas macanas. Me parece que el efecto más sanador es el de sacarte de la realidad, lo que te sirve para la vida del cine es que tiene un efecto catártico, las cosas que no vas a experimentar en la vida real, podés acercarte a ellas a través del cine y muchas veces, es terapéutico, hay películas que te levantan el ánimo automáticamente. Pero para mí, fue y es un modo de descubrir el mundo, una especie de enciclopedia “Lo sé todo”. Yo el otro día estaba viendo Los amantes, cuya música es de Brahms y a partir de ahí lo empecé a escuchar más. Me sirve para meterme en otros lugares donde nunca había ido. Así conocí a Shakespeare, siempre fue un motivo de descubrimiento. Ver una película me lleva a investigar al director, la historia alrededor de la filmación, qué lugar ocupa en la obra de la gente que la hizo, me sigue generando, por suerte, mucha curiosidad, y además me divierte. Ahora existe Internet, pero hay mucha basura, yo sigo consultando mis revistas de cine, contrasto la información, como se hacía el periodismo antes. Para mí es un modo de aprendizaje de otras artes y del mundo, muy eficaz.

- ¿Cuáles son las diferencias entre el soporte fílmico y el digital?

Para el espectador, la textura de la imagen fotográfica es totalmente distinta, la luz se refleja de otra manera, entonces los colores, también. Además, las copias digitales que se han hecho del cine del pasado, no sólo tienden a no respetar la paleta de colores con la que fueron filmados, sino que se las limpia de imperfecciones como si fueran defectos. Hay imperfecciones que tienen que ver con la mecánica, hay un pequeño movimiento porque son piezas mecánicas, la película es un objeto, hay una vibración que además tiene que ver con el obturador, entonces eso, al no estar en el digital, resulta perturbador, le falta algo, yo veo una imagen muerta, mucho más brillante pero muerta. Lo que yo creo es que hay que ver las dos cosas para poder comparar. Las últimas dos o tres generaciones no han tenido la experiencia de ver cine en fílmico entonces no tienen forma de saber cómo era. Yo doy clases en la UBA, en la Universidad de La Plata y en la ENERC, por lo que estoy en contacto con gente muy joven y cuando paso películas en fílmico, entienden que es algo totalmente distinto, porque su información visual es siempre digital, pero ven esto y les encanta. Pienso que hay que mantenerlo vivo y quedarse con lo mejor de los dos mundos, que tiene que haber espacios donde poder ver las películas en su imagen fotográfica original, no tengo dudas.

- Hoy la Filmoteca tiene cerca de 7.500 películas. ¿Es una de las más nutridas del mundo?

De la Argentina, sí. Y respecto de otros países, es una colección importante.

- En cuanto al tema de la tan vapuleada Ley de Creación de la Cinemateca, que entiendo que está reglamentada, pero por algún misterio no funciona. ¿En qué consiste, qué permitiría, es una buena ley o se la puede mejorar?

Era una buena ley, han pasado 24 años, ya no sé si lo es. Era una buena ley porque fue pensada (yo formé del equipo que la redactó. Pino Solanas fue el “alma pater” de todo esto) y la idea era basarse en las experiencias de las instituciones que no habían funcionado para que la nueva tuviese todo lo que no habían tenido las anteriores. Sobre todo, tenía un presupuesto importantísimo y una serie de cuestiones como la libertad para restaurar películas aunque no se localizara al dueño de los derechos, cosa que pasa muchas veces. Entonces, se declaraba el estado de emergencia del patrimonio, de manera que si vos te encontrabas con un material en un tacho de basura pudieras levantarlo, copiarlo y preservarlo, eso se le permitía a la nueva Cinemateca. Lo importante era tener los recursos suficientes para proteger el material, para la búsqueda y repatriación del material que hay afuera. Hay un montón de cosas para hacer porque nunca se hizo nada. Es un tema del cual no quiero seguir hablando, yo decidí dedicar mi energía en hacer todo esto por mi lado, quejarme en cada ocasión que tengo, pero no quedarme enganchado en la frustración por no haber logrado que la ley funcione, lo hago yo en la escala que puedo y en ese sentido, estoy muy satisfecho.

- El día que la Cinemateca sea una realidad ¿qué función pasaría a cumplir un lugar como la Filmoteca Buenos Aires?

No tendría razón de ser. Siempre pensamos que todo el material que nosotros juntamos, sobre todo el argentino, tendría que sumarse algún día al acervo de la Cinemateca Nacional, una institución que existe en cualquier país civilizado,  que cree en la importancia de preservar su memoria audiovisual.

Publicado en La gaceta de Tucumán, 21/5/23

No hay comentarios:

Publicar un comentario