lunes, 25 de septiembre de 2017

Saer, en su zona

Cuentos completos

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Cuarenta y tres años de trabajo con la materia narrativa componen este volumen organizado por su autor y prologado por uno de sus fanáticos seguidores, Fabián Casas, quien, con precisión lo define como un “realista inestable”, un escritor cuyo proyecto literario -que se continúa a lo largo de cuatro décadas- se sostiene alrededor de una interrogación: qué es la realidad, cómo se percibe y cómo representarla, en la certeza, compartida con las vanguardias, de que ya no es posible hacerlo como en el siglo XIX.
Comenzando por el último libro de relatos, Lugar del año 2000 y terminando con el primero, En la zona del año 60 -por decisión del propio autor y a contrapelo de la espectativa de lectura de las huestes saerianas- coincidimos con ellas en que los últimos textos pierden la potencia de una escritura que desde sus comienzos se propuso abierta a la experimentación y al riesgo, en un contexto cultural que estaba atravesado por la experiencia del boom y la literatura del compromiso, y que, por fuera de estas líneas, sostuvo una postura de rechazo frontal a la idea de masividad en el arte. Una poética que se pretendió autónoma de lo social, desentendida del sentido y que apostó a una idea del arte como consumación.
Y el lugar desde el cual escribe, el litoral santafesino, aparece ya desde el primer libro constituido en el espacio imaginario que confirió unidad a su producción: la zona que va de las orillas a la ciudad, que, con una topografía precisa -el bar de la galería, la estación de ómnibus, el puente colgante- se convierte en una ciudad abstracta, deslocalizada (como la Ciudad en Cortázar). Es el espacio donde transitan sus personajes, jóvenes intelectuales que deploran el ahogo provinciano y discuten sus ideas acerca del estado del arte y sobre todo, del campo literario argentino, en una deriva que reproduce en el nivel de la trama, las concepciones de su autor (“la literatura es una digresión permanente de la realidad”) sobre el hecho literario.
Y el relato o protonovela “Algo se aproxima”, el texto fundante de todo su sistema de personajes y temas, se abre con la escena generadora de la ficción saeriana: dos personajes, Barco y Tomatis haciendo un asado y conversando, con una distancia irónica, sobre arte y literatura. Las mujeres, desdibujadas, poco interesantes, asisten a los hombres formando parte de un universo masculino, transfiguración de la escena prostibularia de los primeros cuentos protagonizada por Atilio, una suerte de rufián melancólico y la prostituta Chola.
Con un comienzo que suspende el desarrollo de la acción y la descompone en sus mínimos gestos (comer, fumar, bailar, hablar), hace de la descripción el procedimiento con el que recorta los objetos (el vino, el paquete de cigarrillos, la carne asándose) hasta darles un peso material, en la línea del objetivismo trabajado por el nouveau roman. Con un registro minucioso de la percepción y un trabajo con el tiempo presente, describe las acciones en su pura gestualidad escamoteando su finalidad.
Las acciones como motivos que se repiten: la ceremonia del asado, los vagabundeos por los mismos lugares, la ingesta de vino, el acto de prender los infinitos cigarrillos, en su repetición, abren nuevos sentidos que, como los círculos que forma una piedra al caer en el agua, no fijan un sentido sino que lo dejan resonar.

Una literatura donde técnica y metafísica van de la mano, sostiene el autor del prólogo. Una búsqueda vital, diríamos, por alcanzar la forma significativa, esa idea que cada obra de arte informa acerca de sí misma y que va más allá del uso metafórico de la lengua para esculpir, como sólo algunos pocos lo logran, en la materialidad del lenguaje.

Publicado en diario Perfil, 24/9/2017

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