lunes, 10 de julio de 2017

Retrato frente al espejo en tercera persona

Reflexiones sobre Christa T.

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Una inquietud atraviesa este relato: la de alcanzar el conocimiento de una persona en “el intento de volverse una misma”. Y la autora, que comparte con la protagonista nada menos que el nombre propio, deja asentado en las primeras páginas que su personaje es ficticio y que fue construido a partir de fragmentos de diarios íntimos, cartas y papeles personales, una elección que, además de inscribir al personaje en la serie literaria, le permite acercársele hasta lograr que se le revele.
Con una prosa que hace de la elipsis su principio constructivo y de poderosas imágenes visuales, el origen de las escenas recordadas, la narradora reconstruye la corta vida de su amiga, Christa T., en el intento de capturar la fugacidad de una vida que una impiadosa enfermedad le impidió compartir y que a través de la escritura se propone despedir.
Los años de la adolescencia en los finales del nazismo, los de juventud en los comienzos de una Alemania partida en dos mundos irreconciliables y los de la revelación de todo lo perverso que podía esconderse detrás de las palabras transformadas en consignas, son el espejo donde la narradora mira a su amiga mirándose a sí misma (y la oscilación deliberada entre la primera y la tercera persona da cuenta de esta indeterminación) y como en un laberinto de espejos, descubrirla en sus manuscritos y recrearla.

Si hay un color para la tristeza, seguramente es el azul “pálido y familiar que sólo parece pertenecernos a nosotros”, que la narradora reconoce en el cielo de la campiña alemana como en viejos cuadros conocidos, el color que tiñe la paleta de esta extraordinaria narradora capaz de transformar el duelo en una obra de arte.

Publicada en diario Perfil, 2/7/2017

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