El Domingo de las madres
Las novelas de sirvientes deberían
constituir a esta altura un subgénero dentro de la narrativa
inglesa. Relatos donde el punto de vista de los subalternos no se
dirige hacia las peripecias de la vida de sus amos sino que logra
reconstruir la idiosincrática sociedad británica, en muchos
aspectos, única en su tipo: un campo de relaciones en el que, hasta
la primera mitad del siglo pasado, convivía una clase en decadencia
heredera de la aristocracia, de un conservadurismo victoriano y de
una pasividad exasperante con una clase trabajadora de gran
movilidad, donde las mujeres participaban activamente, heredera del
estamento de los sirvientes.
Y esta nouvelle, que no es la
excepción, narra un día muy particular en la vida de Jane
Fairchild, una huérfana inteligente y vital, el día del “Domingo
de las Madres” en que las criadas visitan a su familia y que ella
pasará junto a su amante, el hijo de una familia de la alta sociedad
que en breve se casará con una joven de su condición.
Pero el azar modifica el trazado que
el destino le tenía reservado y en el final de su larga vida, la
protagonista recuerda perfectamente el día en el que su mundo cambió
para siempre y paradójicamente encuentra en las coordenadas de su
origen incierto, las infinitas posibilidades que una vida libre de
los mandatos de la herencia le podía ofrecer. Y cómo la lectura de
“libros para chicos” la llevó a descubrir un territorio nuevo,
la escritura de ficción, que le permitió responder a un nombre
propio genérico -Jane Fairchild, algo así como Juana “Buena
Chica”- puesto en el horfanato como modo de conjurar su origen
desconocido y le dio la posibilidad, como sólo el arte es capaz, de
reinventarse.
Publicada el 28/5/2017 en diario Perfil
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