lunes, 19 de diciembre de 2016

En las fronteras de la vida

El fin de los días

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“El verano pasado aún fuimos de aquí a Marienbad. ¿Y ahora, adónde vamos ahora?” se pregunta W. G. Sebald desde el epígrafe que abre esta novela y la referencia a aquellos autores europeos de posguerra -como Resnais- que, abrumados frente al infierno de las dos guerra y buscando la forma de narrarlo encontraron un estilo que los hizo únicos, permite ubicar a esta autora nacida en Alemania oriental en esta misma serie.
Con una prosa de una exquisitez notable narra la historia de tres generaciones de mujeres de una familia judía en su desplazamiento por el territorio que formaba el imperio austrohúngaro, desde los años previos a la revolución rusa hasta la caída del muro de Berlín. Frente al horizonte de la muerte individual y colectiva, y contra la idea de que una vida puede ser contada linealmente, imagina para la protagonista distintas vidas posibles según el momento en que sobrevenga su muerte. Y con estos hilos formará la trama de la historia del siglo que Hobsbawn definió como corto -pero que para aquellos que lo transitaron, de una intensidad en las formas de la crueldad que lo distinguió de sus predecesores- con los que logra convertir, en cada uno de sus párrafos separados y yuxtapuestos, piezas de orfebrería.
Y hay un núcleo del cual este texto pareciera surgir y es la idea de frontera que la novela explora en toda su densidad conceptual, como los límites de ese imperio que la Gran Guerra reformuló. O la que, separando dos mundos irreconciliables, encuentra en la ciudad de Berlín y en el muro que la atraviesa la cifra de un territorio escindido que no es otro que su yo, porque esta autora lo sabe, lo personal siempre es político. O el frente de batalla como la única frontera posible (“¿Entonces la muerte no era un momento, sino un frente, a lo largo de toda una vida?”) y un territorio difuso donde los comunistas europeos podían ser fusilados tanto por el ejército nazi como por la inteligencia stalinista.
Poética de frontera podríamos definir a aquella que pone a sus personajes y a sus lectores frente a frente. ¿Se llama cobardía el abandono de la mujer frente a la muerte del hijo o fortaleza para empezar de nuevo? ¿Cómo se mide el valor de un ser humano que se prostituye? ¿Dónde estaba realmente un poema mientras era traducido de una lengua a otra?, interrogantes con los que construye escenas que con diálogos mínimos y condensadas en un gesto, van al hueso de la historia.

Una poética que busca contar una historia explorando “la forma en que cada palabra se abre paso por entre la espesura de las palabras”, para volver sobre las escenas y contarlas otra vez y en esa repetición, reformular el sentido. Un procedimiento que la poesía conoce muy bien y que los escritores de la OPOYAZ, durante los primeros años de la revolución soviética, pusieron en primer plano, convencidos de la función revolucionaria de las palabras, en una época en que “la literatura misma era algo tan real como un paquete de harina, un par de zapatos o una multitud alborotada.” Un pequeño manifiesto de su extraordinaria prosa poética.

Publicado en Otra parte semanal, 24/11/2106

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