Enrique Raab. Periodismo todoterreno
Selección, comentarios y prólogo de
María Moreno
Con un ojo puesto en su propio
contexto de enunciación, María Moreno, una periodista de fuste
-como solía adjetivarse-, se pregunta cómo es posible que el
trabajo de Enrique Raab no haya quedado en los anales del periodismo
argentino, y recupera en esta selección la mayoría de las notas que
desde mitad de los años sesenta hasta mitad de los setenta -ese
aleph cronológico que concentró los hechos que delinearon el mapa
político de la Argentina- publicó en los medios de Jacobo Timerman
como Confirmado, Primera Plana, La Opinión y en la revista
Nuevo Hombre del PRT, organización en la que militó hasta su
secuestro y desaparición en 1977.
Y el personaje en cuestión, judío
desterrado a los seis años de su lugar de nacimiento, Austria,
cuando la invasión nazi, encontró en la Buenos Aires politizada y
cosmopolita de los 60/70, el espacio donde desplegar el radar
heredado de la mitteleuropa con el que captó los signos de
las luchas en el campo cultural (su especialidad) y muy agudamente en
el campo político.
La distancia entre alta y baja cultura
no parecía constituir un problema para él. Formado en el cruce del
autodidactismo voraz, la militancia política y sindical y la
“universidad laica” como llama Moreno al circuito de cineclubs y
bares de la calle Corrientes, fue un periodista de amplio espectro
que tanto podía analizar la exitosa novedad de Leonardo Favio,
Nazareno Cruz y el lobo, desde la crítica especializada como
describir el ascenso de Palito Ortega a la luz del nacimiento de la
industria discográfica nacional mientras que con el mismo rigor
criticaba a artistas consagrados en los ámbitos más exigentes de la
intelectualidad porteña, atenta receptora de la teoría francesa a
la que acusa de hablar en jeringozo (y lo demuestra). Capaz de
sumergirse en la coyuntura hablando del impacto de la inflación en
el consumo veraniego, como entrevistar al filósofo Bertrand Rusell y
responder a sus interrogantes; hacer la crónica de la tarde en que
Perón echó a los montoneros de la plaza o componer el -imperdible-
reportaje a Mujica Láinez como un combate entre dos maestros del
estilo.
Y si su vocación primera fue el cine
según cuentan sus amigos cineastas, es en la escritura donde explota
los recursos aprendidos en sus primeros años, haciendo del montaje
estilo literario. Como cuando hermana las arengas del nuevo director
de Radio Ciudad de Buenos Aires con los documentos de constitución
de la prensa y la radio en el Tercer Reich. Y de la misma manera,
aprovecha los recursos del documental cuando transmite el clima
político enrarecido que se percibe con el avance de la ultraderecha
peronista en el gobierno, dejando simplemente hablar a los
funcionarios puestos por López Rega.
Militante del antipopulismo como
fustigador de la intelectualidad de izquierda en su rechazo a la
cultura de masas, “gorila erudito o marxista aplicado” lo define
su antóloga, aunque el mismo Raab podría refutarla cuando afirma
que enjuiciar a un libro por ser promarxista es lo mismo que acusar a
la astronomía de ser procopernicana. Un libro-escuela quisiera ella
que fuera. No vendría mal una cátedra de irreverencia en tiempos de
alineación acrítica y de combates estériles.
Publicado en diario Perfil, 24/10/15
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