lunes, 11 de noviembre de 2013

El escritor y sus criaturas

A ciencia incierta


Pocas cosas resultan tan inquietantes como la figura de un escritor. La literatura y el cine no han sido muy piadosos con este personaje, definido muchas veces como egocéntrico, aislado o irascible, que habita una zona liminar entre la realidad cotidiana y la ficción. En nuestro país grandes narradores, clásicos del fantástico que han trascendido nuestras fronteras -y que este autor recorre, y cita explícitamente- se han interrogado en sus ficciones sobre el instrumento con el que el arte intenta, infructuosamente, penetrar la realidad.
Del escritor por encargo, improductivo y bartlebyano del primer cuento que encuentra en el humor la grieta por donde crear, hasta los “usurpadores de cuerpos”, uno de ellos convocado para terminar los manuscritos inconclusos de un escritor que retorna, empujando a su “doble” a preguntarse si el yo no es más que una “tenebrosa ficción en primera persona”; o aquel que a fuerza de imitar el estilo de otro escritor lo reemplaza hasta reduplicarlo; o el presidente del jurado de un concurso que reconoce en el cuento ganador la confesión de las infidelidades de su ex esposa.
Pero otra figura de artista más tenebrosa aparece en los relatos: la del científico loco, gran manipulador, capaz de empujar a un neófito fotógrafo a un ritual indígena que lo hará, como al protagonista de “La noche boca arriba” de Cortázar, coexistir en diferentes tiempos históricos. O la del artista plástico y biólogo Dr. Moret, que experimenta con su crítico y curador, hasta convertirlo en su mejor obra.
Los macabros personajes, en los cuentos de este autor, retornan como autómatas, y nos recuerdan cuán inestables son las fronteras de lo que por comodidad llamamos realidad.

Publicado en diario Perfil 10/11/13


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