domingo, 13 de octubre de 2024

El pequeño Nicolás. La historieta original

            De la cantera de notables historietistas francófonos que publicaran sus primeros trabajos en revistas belgas como Spirou o Le moustique, surgió el personaje del pequeño y travieso Nicolás, cuando el guionista René Goscinny, recién llegado de EE.UU. (luego de pasar su infancia y adolescencia en Buenos Aires), conoció al dibujante Jean-Jacques Sempé, en 1954, dando comienzo a una de las más fructíferas sociedades creativas que dio este género.

            Después de décadas en las que varias generaciones de lectores pudieron disfrutar de estas deliciosas aventuras (y compartirlas con sus pequeños), se publican en nuestro idioma algunas páginas de la historieta a color que dio origen a las historias de El pequeño Nicolás, donde podremos encontrarnos con el proto-personaje que unos años más tarde adoptaría los rasgos que hicieron famoso a su dibujante.

            Y aquellas bandes dessinées mostraban ya a un personaje hiperkinético e irreverente que, junto a su infantilizado padre, en una sola página y en pocos cuadros, demostraba su capacidad para meterse (y generar) todo tipo de problemas.

            Sus personajes, de una potencialidad cómica indiscutible, encontraron más tarde en el formato narrativo el espacio donde desplegar todo el talento de su guionista (que ya colaboraba en varias revistas al mismo tiempo, creando aquellos personajes que le dieron fama mundial como Asterix, Lucky Luke e Iznogud) y donde aparecen retratados cada uno de sus amigos, quienes, junto al protagonista, hicieron transpirar a sus sufridos maestros y directores y a todos los adultos que los tuvieran a cargo, aunque más no fuera por un rato, cuando intentaban cortarles el pelo, inculcarles disciplina o simplemente, venderles un par de zapatos. Eran los años de la posguerra y del existencialismo, en los que Francia, el país de la “resistencia”, quizás en un intento por sublimar la derrota sufrida en manos de los nazis cuando fue ocupada, produjo aquellos personajes “que resisten una y otra vez al invasor” y que, como el pequeño Nicolás, son refractarios a cualquier autoridad (y a cualquier esfuerzo por civilizarlos), y que, con la mayor de las ternuras, deja en ridículo a todas las figuras del poder.

            Algo de esta irreverencia se filtra de la biografía de sus autores, quienes recuerdan una infancia plagada de travesuras y risas, que se hicieron amigos inseparables y se convirtieron en “cómplices auténticos” frente al mundo de los adultos. Quizás sea por eso que sus historias siguen siendo tan vigentes.

Publicada en La gaceta de Tucumán, 13/10/24

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