Historias de fotógrafos.
Tres
siglos de identidad argentina en 14 imágenes.
Después de fotografiar la Argentina
y publicar este registro en varios libros, Marcos Zimmermann decidió
mostrar a los que lo antecedieron, imaginando la historia escondida
detrás de cada foto.
¿Cómo fue el trabajo de selección?
Fue muy arbitrario. A diferencia de
todos mis libros, que son pensados para mostrar ciertos lugares de la
Argentina emblemáticos y dejar un testimonio de eso, en este caso,
el proyecto fue diferente. Yo me pasé años resumiendo la realidad
en una foto y en este caso, las historias se fueron desplegando a
partir de un instante. Escribí un primer cuento por un episodio
personal y después fueron saliendo otros referidos a determinados
fotógrafos y algunos momentos de la historia argentina que me
interesaban como la guerra con el Paraguay o la conquista del
desierto. Investigué las historias de las fotos que están en el
libro y a partir de ellas creé una ficción. A mí siempre me
interesó la Argentina como tema, casi todos mis libros están
referidos a la identidad argentina y todo ese camino creo que está
un poco en este libro.
¿Qué relación encontrás entre la
conformación de nuestro país y la fotografía?
Bueno, no lo había pensado tan
explícitamente pero creo que todo país tiene memoria y la
fotografía es memoria ante todo. En el libro hay dos episodios: la
historia de Esteban García que era uruguayo pero que se pasó de
bando en la guerra de la Triple Alianza para fotografiar la derrota y
la de Antonio Pozzo que era un gran retratista de Buenos Aires y el
pobre en el libro quedó como un cobarde que se sometió a las
instrucciones de Roca para hacer la primera campaña publicitaria de
la Argentina. Yo vi varias veces el “álbum Pozzo” y me llamó
mucho la atención -porque ya en esa época había fotógrafos que
hacían muy buenas fotos a pesar de las condiciones- que en ese álbum
hubiera fotos tan malas, tomadas de tan lejos, fotografías
lejanísimas de un gran desierto y entonces pensé que a lo mejor eso
estaba hecho adrede para mostrar la necesidad de la conquista de ese
desierto y no la masacre que fue.
“La fotografía es un sistema
peligroso” dice el protagonista de uno de los relatos. ¿Cómo la
definirías vos?
Es peligroso, sí. Es un lenguaje muy
extraño porque no tiene una conformación que se pueda aprender como
la lengua. A veces uno incluye en la fotografía un elemento y dice
algo completamente diferente. Por eso la “escritura” visual que
uno hace es algo que se aprende por experiencia. Casi todas las
historias que elegí para hacer el libro tienen que ver conmigo. Las
preguntas que uno se hace respecto de la fotografía, qué es lo que
uno puede transmitir son cosas que sigo viviendo como fotógrafo.
En el relato sobre Grete Stern
fotografía y poesía se entrecruzan, ¿serían dos formas de captar
el instante?
La fotografía puede ser muchas cosas
diferentes, aunque mis libros tienen más que ver con la música y
esa construcción musical es también una construcción poética,
cualquier texto tiene una música que a mí me interesa, cuando
escribo, poder escuchar.
La fotografía ¿roba el alma?
Y... no sé, ¿eh? Yo muchas veces me
he preguntado, mientras fotografiaba gente de lugares perdidos si les
he quitado algo y la respuesta que he encontrado es que les he dado
algo también. Un fotógrafo es una mezcla de voyeur y
benefactor, y un poco ladrón, se lleva imágenes y las transporta a
otras realidades y esto tiene algo que ver con robar el alma.
Publicado en diario Perfil, 12/9/15
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