lunes, 29 de julio de 2024

On the road

 Si este no es mi hogar, no tengo un hogar


 

El género de novelas “en el camino” (ese modo particular del relato de viaje como sinónimo de la vida) debería tener un lugar destacado en la literatura norteamericana. Y la última novela de la genial Lorrie Moore se inscribe en esta tradición, aunque esta vez no se trate de jóvenes rebeldes en fuga, sino de hombres y mujeres solitarios y maduros, en diálogo con los fantasmas del pasado. 

El protagonista, un profesor de “contrahistoria” que enseña a sus alumnos a desconfiar de cualquier versión de la realidad que no exhiba sus contradicciones, visita a su hermano internado en una clínica de cuidados paliativos, y en un intento desesperado por retenerlo a su lado, como una Sherezade, transmuta su vida en infinitas anécdotas. La noticia del suicidio de la que fuera la mujer de su vida lo lleva a emprender un viaje a través de varios estados, en una travesía por ese no lugar que es el duelo, para intentar rescatarla del “escenario macabro” que es la cabeza de un suicida y a la manera de los teatros anatómicos del Renacimiento que se paseaban por los pueblos haciendo del arte de la autopsia un espectáculo, emprende, con su fantasma encarnado, el último viaje.

Narrada en dos tiempos históricos, el de la posguerra de secesión y el de la campaña electoral que terminó con el triunfo de Trump, la novela pone en escena todos los mecanismos de representación y, como en un western delirante, por sus páginas desfilarán un payaso solidario y suicida junto a todo tipo de personajes de feria: un ex soldado cojo, fantoches, tahúres, indios y solteronas asesinas, para desplegar todos los modos del sinsentido que pueden caber en una vida. Pero quizás sólo se trate de la vieja noción de diálectica y la autora, con una prosa bajtiniana, carnavalesca, donde caben lo alto y lo bajo, Shakespeare y el teatro callejero, da forma a exquisitas metáforas y comparaciones, en una suerte de teatro ambulante, donde el dolor por la muerte de los seres amados se dramatiza y desdramatiza magistralmente.

Pero también es una novela de ideas, a contrapelo, pero ideas al fin, donde no cabe ni una pizca de conmiseración hacia aquellos hombres y mujeres incapaces de salirse del guión que su época les tiene reservado -aunque eso incluya a las participantes de un taller de lectura feminista- con la que su autora logra, con los jirones de unos personajes esperpénticos, el milagro de hacernos hallar en su destrucción y podredumbre, el delicioso aroma de la vida en toda su desesperación.

Publicado en Perfil, 28/7/24

Los últimos soviéticos

Todo era para siempre, hasta que dejó de existir





El autor de este trabajo monumental es un especialista en el estudio sobre las sociedades comunistas y poscomunistas, con una doble formación en ciencias duras y en antropología lingüistica, la primera en la URSS y la segunda en EE.UU. Quizás, este “estar entre” le permitió analizar los años del llamado socialismo tardío en su dimensión dialéctica donde, sostiene, quienes transitaron su juventud en las últimas décadas de la Unión Soviética, después de la muerte de Stalin, experimentaron la sorpresa de ver caer un sistema que creían inmutable mientras eran plenamente conscientes de su decadencia. Para ello, analiza las condiciones que hicieron posible este colapso, abordando las relaciones que esta generación establecía con el discurso oficial (al que llama “autoritativo”), los rituales, la masiva participación política de los ciudadanos, los consumos culturales y sus producciones estéticas.

Afirma que el socialismo soviético extremó la paradoja de pensarse como el sistema que llevaría a la sociedad y al individuo a su liberación a través de la sumisión al control del partido comunista. Y fue esta paradoja la que produjo una sociedad donde la coerción y el control estaban enlazados con la ética comunitaria y la apuesta por el futuro, donde dos tercios de su población formaba parte de la organización juvenil del PCUS, el Komsomol. Y entre sus muchos ejemplos, describe cómo el internacionalismo por el que bregaba el PCUS, uno de los fundamentos del comunismo, le abrió las puertas al imaginario de una generación que, al igual que todo el mundo occidental, vibró al compás del rock anglosajón y que percibió en su sonido experimental un arte orientado al futuro, mucho más ligado al ideal comunista que el arte realista oficial.

Este minucioso trabajo analiza el modo en que los que participaban de todas las instancias burocráticas reproducían los discursos oficiales en su dimensión performativa (aquello que los discursos hacen) lo que, lejos de vaciarlos de significado, permitió la aparición de significados impredecibles en la vida cotidiana de esta última generación de soviéticos. Para eso analiza discursos privados (cartas, chistes, materiales audiovisuales) e incluye entrevistas a dirigentes juveniles y artistas populares para concluir que las transformaciones internas en el discurso lo llevaron a su desterritorialización, hasta hacer colapsar el régimen discursivo que lo sustentaba y como consecuencia, al único sistema que confrontó, de igual a igual, con el capitalismo.


Publicado en La gaceta literaria, 21/7/2024

domingo, 14 de julio de 2024

La historia de Billiken. Cultura infantil y ciudadanía en la Argentina, 1919-2019

 Entrevista a Lauren Rea


 

Lauren Rea es una investigadora inglesa con muchos lazos afectivos con la Argentina, que empezaron cuando sus padres la llevaron a ver Evita al teatro. El estudio sistemático de la lengua española en la universidad de Londres, donde conoció a un argentino con el que luego se casó y viajes periódicos a nuestro país los terminaron afianzando.

Una especialización en estudios latinoamericanos con enfoque en la Argentina y el amor por la literatura de Manuel Puig la llevó a elegir la radionovela argentina de los años 30 como tema de doctorado. Así llegó a la cultura popular impresa, los guiones y folletines, las revistas, y de ahí a Billiken, la revista que leyeron cinco generaciones de chicos en toda Latinoamérica y que tomó su nombre de un amuleto de la cultura de masas norteamericana.

Hoy dirige el proyecto transmedia “Grandes mujeres latinoamericanas”, la plataforma que ofrece recursos descargables para trabajar en las aulas, en esta etapa donde la marca Billiken se enfrenta al desafío de recuperar ese lazo entrañable con los lectores, que a lo largo de un siglo los acompañó en las tareas escolares y, sobre todo, en los recreos.

A propósito de la publicación de La historia de Billiken. Cultura infantil y ciudadanía en la Argentina, 1919-2019, habló con Perfil del rol cultural y político que esta revista desempeñó en nuestro país durante el convulsionado siglo XX.

 

- ¿Por qué elegiste Billiken como objeto de investigación?

La verdad que reunía todo lo que a mí me interesaba: la cultura popular impresa efímera, el trabajo con el archivo, que en el caso de esta revista es impresionante, muy completo y porque es un producto que está muy inserto en la cultura, en la vida de la gente. Y poder trabajar con el archivo completo de una revista de 5144 ejemplares es un sueño.

-  La ideología conservadora que exhibe la revista a lo largo de su historia y que, a pesar de los cambios políticos, se mantuvo ¿tendrá que ver con la función pedagógica que tuvo desde los comienzos, siendo la escuela, como aparato ideológico del Estado según Althusser, una institución conservadora de por sí?

Sí, es una de las razones pero también tenía que ver con la ideología de su fundador, Constancio C. Vigil y la que viene del entorno de la editorial. El hecho de estar tan vinculada a la escuela fue una elección porque nunca tuvo un vínculo oficial con la institución escolar, con el Estado. Fue pensada desde el comienzo para acompañar el material de estudio de la escuela.

        Su trabajo recupera la figura de Constancio C. Vigil, que quedó bastante borroneada en la historia de la literatura infantil argentina. Fue escritor, periodista, empresario, con una clara idea de transmisión cultural. Fue el autor del famoso libro de lectura para primer grado, ¡Upa!, el creador de la colección Billiken, de los cuentos de la Hormiguita Viajera y el Mono Relojero, de lectura obligatoria en las escuelas. “El tenía la clara intención de vincularse con gente de la cultura de toda América y una visión clave de lo que era construir su legado, a través de las revistas de su editorial y de sus libros. Trabajaba para que sus libros estuvieran incorporados en la currícula de las escuelas no sólo de acá. Era muy emprendedor, en un momento en que acá no estaba muy bien visto, de hecho, toda esa mística en relación a la importancia de la formación moral de los niños había logrado ensamblarla dentro de un proyecto comercial.”

- ¿La llamativa buena relación de la revista con los gobiernos de diferente signo puede haber sido la causa de su permanencia a lo largo de un siglo?

Las causas son varias. Aunque es un elemento clave esta modalidad de ponerse de acuerdo con el gobierno de turno (incluso con los que no estaba ideológicamente vinculado, como el primer peronismo, con el que convive muy bien a través de la difusión de material político en la revista) pero no es el único factor, porque esto te permite subsistir pero no te garantiza ventas. Y la revista sigue vendiendo, aun cuando aparece Anteojito, en 1964, su gran competidor. Incluso esta rivalidad ayudó a Billiken, porque tuvo que pensar estrategias para no perder lectores. Y lo primero que hace es sacar un álbum de figuritas, una acción nada novedosa, pero que lo vincula de vuelta con sus lectores, que empiezan a coleccionarlas. Las figuritas escolares que ustedes me cuentan que recortaban tomando la leche, hizo que permaneciera en las escuelas y por extensión, en las familias. Esto le dio una vida nueva. Cuando llega la revista Genios, en los 90, si bien le saca muchos lectores, en realidad sigue la línea de Billiken de acompañar los contenidos de la escuela. A lo que no pudo sobrevivir es a la llegada de Internet y las plataformas y a las maneras en que accedemos a la información y al material escolar.

- Más allá de que Anteojito tenía un universo propio de personajes que la hacían muy atractiva ¿qué diferencias había entre las dos?

Yo creo que son menos diferentes de lo que la experiencia de los lectores me llevaría a creer. Los lectores de Anteojito dicen que el contenido era menos educativo y más entretenido, aunque la revista desde el comienzo sigue los contenidos escolares. Hay una nota editorial en el primer número, donde García Ferré habla de sus propósitos para la revista y es bastante similar al de Billiken. No se plantea un concepto más moderno de la niñez, pero lo que sí tiene es este mundo multimediático de la televisión y del merchandising que es algo que Billiken no tiene.

        Evidentemente, la experiencia de la lectura de revistas en la infancia quedó obsoleta. Más allá de cuestiones de añoranza del pasado, esa experiencia física que ofrecían las revistas de recortar, pegar, dibujar, pintar, leer, escribir, etc., desapareció, lo que lleva a preguntarnos si esto no tendrá consecuencias en el aprendizaje. “Yo creo que no desapareció pero que no necesariamente vas a tener toda esa experiencia en un solo producto como era una revista. Y también hay que pensar que una revista como Billiken es única, yo no encontré otra así. Cómo habla, cómo se vincula con los lectores, esa insistencia desde el comienzo en las fechas patrias en el contexto de un país como la Argentina que está construyendo un público lector, en el momento de masificación de la escuela pública. Tener una revista de contenido tan variado, que no es sólo escolar, que quiere educar a través del entretenimiento, invitando a los niños a armar el Cabildo, es una forma de involucrarlos en la construcción de la patria. Eso no pasa con todas las revistas. En mi país las revistas para niños eran de historietas nada más. Ahora, en las escuelas se sigue recortando, pegando, armando, aunque se descargue de Internet y se imprima a demanda. Por lo tanto, esta materialidad no se fue de las escuelas, sólo hay que buscarla en distintas fuentes.

Y también se trata de ver de qué manera usar las nuevas tecnologías de una forma positiva, cómo acceder a la información, cómo discernir la falsa de la real, cómo hacerlas convivir con las demás experiencias.”

- ¿Qué es “Grandes mujeres latinoamericanas”, el proyecto transmedia ligado a la revista, que codirigís?

Este proyecto nace primero con un libro ilustrado, 100 mujeres latinoamericanas, que publicamos para el centenario de Billiken. Fue como la publicación oficial, que en vez de mirar hacia atrás y apelar a su propia historia, como se hacía en cada aniversario de la revista, miraba hacia al futuro. Y las cien mujeres latinoamericanas remitía a los cien años de la revista y a la vez, se propuso saldar esa deuda que la revista tenía con las mujeres que prácticamente no estaban representadas. A partir de ahí empezamos a trabajar con docentes y como llevar el libro al aula es costoso, surgió la necesidad de generar recursos alrededor del libro. Entonces desarrollamos esta la plataforma que tiene recursos educativos descargables, en paralelo al desarrollo de la propia plataforma de Billiken, Billiken.lat, que también dispone de recursos descargables para las efemérides. Y si bien están presentados en formato de nota, la idea es desarrollar material para niños y niñas de hoy, lo que es todo un desafío. A la vez hay que crear esa audiencia, porque, durante los últimos años de la revista en papel, muchas personas creían que no salía más. La tirada era cada vez menor porque la gente la compraba cada vez menos y después esa misma gente se quejaba de que no salía. Entonces la revista se volvió insostenible y con la pandemia, mucho más. Ir al encuentro del mundo digital es algo que la marca debería haber hecho mucho antes y también incorporar nuevas narrativas para que Billiken pueda mantener lo que la hizo interesante.

- Entonces queda por delante el trabajo de retomar el contacto directo con los chicos. ¿Este el futuro de Billiken?

Sí. Es un proceso largo, requiere inversión, formar equipos, seguir aprendiendo, sin olvidar la esencia de la revista. Ese es el desafío, recuperar el espíritu que tenía Billiken de despertar la curiosidad.

Publicado en el diario Perfil, 14/7/24