lunes, 12 de mayo de 2014

Tracción a sangre

La parte inventada




“Esto no es una pipa” escribió Magritte sobre el dibujo de una pipa, pulverizando la ilusión de mímesis que el realismo había construido a lo largo de los siglos. Porque de lo que se trata es de la representación, debate que ya lleva un tiempo y que el mundo de la virtualidad tecnológica vino a complejizar. En el corazón de este debate se instala el personaje del Escritor, replicado en diferentes figuras de autor, cuya obra más acabada es el relato de su combate con la escritura.
Personaje misterioso y asediado por Fresán en todos sus textos, quien reconoce en esta obsesión nacida en su infancia e incentivada por un ambiente familiar sofisticado, “una idea muy romántica del escritor, porque siempre quise serlo. Con Alan Pauls siempre bromeamos y él me pregunta cuándo voy a escribir un libro donde no haya escritores, y yo lo intento, la verdad, pero fracaso a las pocas páginas. Porque también creo que es de lo que más sé. Y en el caso puntual de este libro me interesaba escribir el libro definitivo que agotara ese material.”
Y entre muchas otras cosas esta novela trata acerca de un escritor angustiado, con un bloqueo creativo, que, hastiado de la sobremodernidad y jugando en el terreno de la ciencia ficción, decide “pasar al otro lado”, pero no al lado de la ficción como en Barton Fink, ni mudarse dentro de su cabeza como alguno de sus personajes, sino desintegrarse para, como en The Truman Show, instalarse en los bordes de la representación. ¿Venganza literaria o única salida posible a la ubicuidad de las nuevas tecnologías? “El libro es paradojal en el sentido de que es un libro muy voluminoso sobre la imposibilidad de escribir. En realidad todo el libro es como la previa a la escritura del libro. Los escritores reales que aparecen son retratados en un momento de incertidumbre, como de trance límbico y el escritor éste tiene la idea de centrifugarse, de convertirse en una especie de entidad divina que va a vengarse de todas las injusticias sufridas, como la de ver a los más mediocres convertidos en estrellas literarias. Por otro lado a mí me desconcierta ver gente leyendo todo el tiempo en pantallas, no grandes clásicos de la literatura, sino sobre ellos mismos.”
Si Bradbury imaginó la distopía de un mundo sin libros, esta novela plantea la distopía de un mundo sin lectores, o de lectores de un único libro. ¿Dónde residiría el peligro? “Me parece que estamos viviendo un fin de ciclo, que la escritura no ocupa el lugar que ocupaba antes. La lectura tampoco. La importancia social de la novela no es lo que era en el siglo XIX, donde las personas tal vez vivieran a 40 km. de Londres y no hubieran ido nunca, entonces, todo el conocimiento del mundo llegaba a través de los libros. Hoy no necesitan cumplir esa función. Me parece que, entonces, podría ser un gran momento para que se escribieran y se leyeran obras donde el estilo fuera lo fundamental, el momento de hacer lo que te dé la gana sin temores, con cierta audacia y riesgo.” Como hacer de un muñeco de hojalata a cuerda el símbolo de la resistencia de la tracción a sangre que implica el libro de papel frente al libro electrónico, o del viaje por la literatura universal que es la lectura, frente a la conectividad a una red de pantallas.
Summa literaria, novela total sobre el laboratorio demencial que puede ser la cabeza de un escritor, no parece casual que haya sido Buenos Aires el lugar al que volver, literaria y literalmente, para presentar este ajuste de cuentas con su proyecto literario.

Publicado en diario Perfil, 10/5/2014

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